Los Socorristas y las clases de natación pueden mantener a flote a los niños africanos.
Cuando escuché hablar sobre los ocho niños africanos ahogados en una playa de los suburbios de Dakar el pasado Agosto, no me sorprendió. Era sólo la última en una larga lista de ahogamientos que ocurren por toda esa costa salvaje y sin control; otra historia pequeña y triste en la sección de noticias cortas de L’Observateur. Los niños, de entre ocho y nueve años, estaban jugando en la rompiente de las olas, cuando la fuerte resaca les arrastró. Ninguno sabía nadar. Cuando el servicio de emergencias llegó, era demasiado tarde. De haber existido un servicio de Socorrismo, probablemente hubieran sobrevivido.
En Octubre de 2011, trabajando como periodista en Dakar, la capital de Senegal en el oeste de África, documenté una historia sobre un grupo de Socorristas en Yoff, una de las escasas playas que tiene este servicio en esta ciudad acunada por el mar. Los Socorristas (en francés: maîtres nageurs sauveteurs, “maestros nadadores salvadores”), muchos de ellos voluntarios o reclutados de los bomberos, me contaron el abrumador problema que supone el ahogamiento en toda la costa en esa parte de la costa occidental de África y las múltiples desgracias que ocurren cada año por el fuerte oleaje y las corrientes traicioneras y los esfuerzos de su pequeño servicio está haciendo para abordar el problema en sus playas.
De regreso en el Reino Unido, una conversación informal con la RNLI (Real Institución Nacional de Embarcaciones de Rescate) continuó como una iniciativa extraordinaria. Los dos supervisores de los Socorristas de Yoff fueron invitados a acudir a un curso de la RNLI preparado específicamente para ellos, llamado “Futuros Líderes en Socorrismo” (www.rnli.org/international) en la central de la organización en Poole en Agosto de 2012, junto con más delegados de equipos de Socorrismo de varios países en desarrollo. Allí aprendieron como gestionar y desarrollar su propia organización. Después, en Diciembre, dos profesores de la RNLI viajaron a Dakar para entrenar a todos los Socorristas de Yoff y a algunos de la playa cercana de Ngor.
El programa fue un rotundo éxito. Los Socorristas, todos ellos dedicados, apasionados y con talento, asimilaron rápidamente las técnicas de la RNLI y afinaron sus habilidades para identificar las causas de ahogamiento, el rol del Socorrista y el equipo necesario para organizar su trabajo. Desde ambos lados se hicieron peticiones para continuar con este programa y así, la segunda edición tendrá lugar en el próximo mes de Julio.
Tuve la gran suerte de estar en Senegal durante las dos semanas de formación en Diciembre y, mientras trabajaba, escuchar mucho sobre el problema del ahogamiento. Particularmente desgarradora fue una entrevista con el abatido Batir Sow, de 47 años, cuyo hijo de 4 años murió ahogado el pasado verano en una zona de playa no vigilada en Sakar. El pequeño Mohammed disfrutaba en el agua, pero como muchos niños y adultos en Dakar, no sabía nadar. Corrió a la playa y nunca regresó. “Al día siguiente -contó Batir- el jefe de policía me dijo que habían encontrado un cuerpo en Layenne Yoff, y supe que era mi hijo”.
La escuela en Senegal no es obligatoria y mucho menos las clases de natación. Los pocos Socorristas que hay son voluntariosos (puede vérselos a menudo dando clases improvisadas de natación a los niños), pero les falta tiempo, recursos, entrenamiento, apoyo de las administraciones, flotadores y acceso a piscinas dónde poder enseñar. Hay algunos monitores privados, pero no es necesario decir que los padres no pueden soportar gastar 10 libras al mes en enviar a sus hijos a clases privadas de natación.
Batir habla emocionadamente sobre el ahogamiento de su hijo, acentuando la necesidad de que los niños de Dakar aprendan a nadar. “Dakar es un lugar de pescadores –dice- y, francamente, el mar es todo lo que tenemos. Amamos el mar. Por ello tenemos que encontrar soluciones para las escuelas y como enseñar a nadar a nuestros niños. Cuando llega el verano y vas a la playa, puedes ver un escenario de locos. Hay más de 4000 personas en la playa y apenas 200 de ellos saben nadar. Es muy peligroso”.
“La gente está muriendo en las playas y en su mayoría son niños de 7 a 16 años, porque no saben nadar”, añade Ibrahima Fall, un Socorrista voluntario de Yoff. “La mayoría de los ahogamientos se producen en verano ya que hay vacaciones. Los niños no saben nadar y no están familiarizados con las corrientes o las olas, pero quieren desesperadamente estar en el agua. No ven el peligro”.
Este sentimiento se está haciendo eco a lo largo de toda la costa oeste africana, sobre todo en las capitales cada vez más pobladas de Freetown, Conakry, Monrovia, Abdijan, Accra y Douala. Una población floreciente que no sabe nadar, asociada a playas no vigiladas, golpeadas por el feroz Atlántico, la receta para un ahogamiento seguro. En África los lagos, ríos o estanques se usan a diario para agua de consumo, lavar y bañarse. Todas ellas son actividades de alto riesgo si las personas no saben nadar o sobrevivir en el agua y pueden ser particularmente peligrosas durante los periodos de meteorología extrema o inundaciones. A pesar de la extendida percepción de que África es un continente seco, los pueblos están a menudo en la proximidad de ríos, playas o lagos, que aportan la ventaja de la accesibilidad al suministro de agua. Desde el todavía azul mar de Zanzibar hasta las ciudades atlánticas del sur, pasando por los lagos y ríos del grandioso interior, el ahogamiento está arruinando el continente africano.
El trabajo hecho hasta ahora por la RNLI y otras organizaciones como la ISLA (International Surf Lifesaving Organization) que ha desarrollado “Drowning Tracker” (www.drowningtracker.com) (Seguimiento de ahogamientos, una herramienta excepcional destinada a ayudar a registrar los ahogamientos en todo el mundo), es un paso positivo para hacer frente a un problema que apenas si es reconocido en la agenda de desarrollo internacional. Y ello a pesar del hecho de que el ahogamiento es la primera causa de muerte y se cobra más de un millón de vidas por año. La mayoría son niños. En África muchos no se registran y hay una asombrosa falta de investigación sobre la escala de la epidemia que el ahogamiento supone en el continente. Lo que sí sabemos es que más del 97% de las muertes por ahogamiento ocurren en los países de renta baja y media, pero a pesar de su escala, es un problema pobremente reconocido, un desastre oculto.
Ahora que empiezan a establecerse servicios de Socorrismo en Dakar y por toda África, el siguiente paso de las campañas de prevención en el agua es desarrollar un sistema para enseñar a los niños a nadar. Recientes evidencias desde Asia han demostrado que proporcionar lecciones de seguridad acuática a los niños a partir de 5 años es una intervención eficaz y reduce de forma significativa el riesgo de ahogamiento en más del 85%. Como las actividades acuáticas en África son muy similares a las de Asia, podemos asumir que este efecto protector podría ser el mismo en el contexto africano. Y por supuesto, el concepto es asombrosamente simple: enseña a un niño y a nadar y lo sabrá de por vida y transmitirá esa habilidad a otros. Enseñar a nadar puede ser, en efecto, una “vacuna” contra el ahogamiento.
Por estas razones, la RNLI está trabajando en la actualidad con otros socios para desarrollar un manual de supervivencia acuática libre que pueda estar disponible para escuelas, monitores de natación y otras organizaciones locales en África como un recurso para ayudar a enseñar a nadar a los niños en los diferentes entornos. Tanto si se enseña a diez niños o a un millón, creo que este nuevo proyecto “Aquatic Survival” solo puede ayudar a hacer frente a un problema de desarrollo africano que hasta ahora ha sido largamente ignorado. Su mensaje: proporcionar a la población local las herramientas para implementar las medidas preventivas a través de las habilidades de natación, junto a las medidas curativas con servicios de Socorrismo efectivos, es una aproximación sostenible y potente. Y las voces que la apoyan sobre el terreno son innegables. Porque las palabras de Batir vuelven sobre mi: “ Este es un papel que, si yo fuera el presidente de Senegal, firmaría ahora mismo”, me dijo este padre destrozado. “Ayúdanos a nadar, y así podremos ayudar a otros, porque no quiero que nadie tenga que sentir nunca lo que yo sentí cuando mi hijo se ahogó”.
Publicado en The Huffington Post UK, agradecemos a Jane Labous su apoyo para que pudiéramos realizar la traducción e incluirla en esta sección con sus fotografías.
Jane Labous es una prestigiosa foto-periodista, ganadora de varios premios. Ha trabajado como corresponsal en África. Es delegada de prensa de la Oficina para los Derechos de los Niños de las Naciones Unidas.
A Vaccine Against Drowning.Lifeguards and Swimming Lessons Can Keep Africa’s Children AfloatWhen I heard about the eight little boys drowned off a beach suburb of Dakar last August, I wasn’t shocked. It was just the latest in a long line of drowning fatalities along this wild and unmanned coast, another small, sad news-in-brief story in L’Observateur. The boys, all aged eight and nine, had been playing on the shoreline when they were dragged out to sea by a strong rip current. None of them could swim. By the time the emergency services arrived, it was too late. Had there been a lifeguard service, the children would probably have survived.
In October 2011, while working as a journalist in Dakar, the capital of Senegal in West Africa, I researched a story about a group of lifeguards at Yoff, one of the only beaches in this ocean-cradled capital city to have such a service. The maîtres nageurs sauveteurs, many of them volunteers or drafted from the fire service, told me of the overwhelming drowning problem along the coast of this part of West Africa; of the multiple fatalities that occur every year in the pounding surf and treacherous currents and of the efforts their small service is doing to address the issue in their beach community.
Back in the United Kingdom, a conversation with the Royal National Lifeboat Institution (RNLI) progressed what might have remained as a random meeting into something extraordinary. The two supervisors of the Yoff lifeguard team were invited to attend a bespoke RNLI training course – called Future Leaders in Lifesaving (www.rnli.org/international ) – at the charity’s headquarters in Poole in August 2012, along with delegates of lifeguard teams from several other developing countries. They learnt how to manage and develop their own lifesaving organisation. Two RNLI trainers then travelled to Dakar in December to train all the lifeguards from Yoff and some from nearby beach, Ngor.
The scheme was a resounding success. The lifeguards, all of them dedicated, passionate and talented, quickly picked up the RNLI’s techniques and honed their existing skills in identifying causes of drowning, the role of a lifeguard and the equipment needed to run a lifesaving service. Pledges were made on both sides to continue the development of the service and the second Future Leaders in Lifesaving programme will take place at RNLI HQ in July.
I was lucky enough to be in Senegal during the two weeks training in December, and while researching the drowning issue, heard much about the problem. An interview with the very dignified Batir Sow, 47, whose four year-old son Mohammed drowned last summer off a stretch of unsurveilled beach in Dakar, was particularly harrowing. Little Mohammed loved the water, but like most children and adults in Dakar, could not swim. One afternoon, Mohammed trotted off to the beach and never returned. «The next day,» recounts Batir, «the police commander told me they’d found a body at Layenne Yoff, and I knew it was my son.»
School in Senegal is not mandatory; let alone swimming lessons. The few lifeguards that there are may be willing (they can often be found giving impromptu swimming lessons to kids), but they lack time, funds, training, state support, floats and access to swimming pools in which to teach. There are few private swimming teachers and needless to say, poor parents cannot afford to spend an extra £10 a month on sending their children to private swimming lessons.
Batir talks movingly about his son’s drowning, stressing the need in Dakar for children to learn to swim. «Dakar is a place of fishermen,» he says, «and the sea is, frankly, all we have. We love the sea. So we have to find solutions for schools and how to teach children to swim. When summer comes and you go to the beach, you see a crazy scene – there are over 4000 people at the beach, and among them only 200 people who can swim – it’s so dangerous.»
«People are dying on the beaches and it’s mainly children aged seven to 16 years old, because they can’t swim,» adds Ibrahima Fall, a volunteer lifeguard from Yoff. «The majority of drownings occur in summer as it’s the holidays. Children can’t swim and aren’t familiar with the currents or the waves, but they desperately want to be in the water. They see no danger.»
The sentiment is one echoed all the way down the West African coast, particularly in the increasingly populated capitals of Freetown, Conakry, Monrovia; Abidjan, Accra and Douala. A burgeoning population who cannot swim, coupled with un-lifeguarded beaches pounded by the great, fierce Atlantic is a certain recipe for drowning. Nor is the problem limited to the coasts. In Africa, lakes, ponds and rivers are used daily for drinking water or for washing dishes and bathing. These become high-risk activities if a person is unable to swim or survive in water, and can be particularly perilous during periods of extreme weather and flooding. Despite a common perception of Africa as a ‘dry continent’, villages are often built within close proximity of rivers, beaches or lakes to take advantage of an accessible water supply. From the still blue ocean off Zanzibar to the Atlantic cities of the west, via the lakes and rivers of the great interior, drowning is blighting the African continent.
The work done so far by the RNLI and other organisations such as the International Surf Lifesaving Association (ISLA), which has just launched a ‘drowning tracker’ tool (www.drowningtracker.com) designed to help people record worldwide drownings, is a positive step to address a problem that is barely recognised on the international development agenda. This despite the fact that globally, drowning is a leading cause of death and claims over one million lives per year. The majority are children. In Africa, most drownings go unrecorded and there is a startling lack of research into the scale of the drowning epidemic on the continent. What we do know is that over 97% of drowning deaths occur in low and middle income countries, but despite the scale of the problem, the problem is barely recognised – a hidden disaster.
Now that lifeguarding services are being established in Dakar and elsewhere in Africa, the next stage of the water safety campaign is to develop a system for teaching children to swim. Recent evidence from Asia has shown that giving aquatic survival lessons to children over five years is an effective intervention against fatal drowning, significantly reducing the risk by over 85%. As water-related activities in Africa are very similar to those in Asia, we can assume that the protective effect of survival against drowning would be the same in the African context. And of course, the concept is beautifully simple; teach a child to swim and he or she will swim for life, passing on the skill to others. Swimming becomes, in effect, a ‘vaccine’ against drowning.
For these reasons, the RNLI is now working with partners to develop an open-source aquatic survival ‘toolkit’ to make available to schools, swimming teachers and other local organisations in Africa, to provide a resource for teaching children to swim in a variety of different environments. Whether it teaches ten children or a million children to swim, I believe the new Aquatic Survival project can only help to address an African development issue that is, at the moment, largely ignored. Its message, to give local people the tools to implement the preventative measure of swimming skills alongside the curative measure of effective lifeguarding services, is a strong, sustainable approach. And the voice of support is undeniable on the ground.
For it is Batir’s words that always come echoing back to me. «This is something that, if I were the President of Senegal, I’d sign the paper today,» the heartbroken father told me. «Help us to swim, so that we can help others, because I don’t want anyone else to ever have to feel what I felt that day when my son drowned.»
Jane Labous is an award-winning broadcaster and photo-journalist who has worked as a correspondent and on radio documentaries all over West Africa. She is also press officer for the children’s rights NGO Plan International.
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