Fuente: The New Zealand Herald, 06/12/2013
Un gran número de personas se ahogan en nuestra aguas cada año y, trágicamente, alguno lo hacen cuando intentan rescatar a otros.
Se hubieran perdido muchas menos vidas si hubieran comprendido las cuatro «R» de un rescatador circunstancial: Reconocer, Responder, Rescatar y Revivir.
Entre 1980 y el año pasado, 81 personas murieron ahogadas en Nueva Zelanda tratando de rescatar a otros. De ellos, la mayoría fueron hombres (80%) y tanto los Maoríes (33%) como los Pasifika* (12%) están sobre representados. Todos los ahogamiento ocurrieron en aguas abiertas. Playas (54%) y ríos (22%) fueron los sitios más frecuentes de ahogamiento.
En Australia, Richard Franklin y John Pearn han analizado las pérdidas de vidas de personas que trataban de rescatar a sus hijos en su estudio «Ahogados por amor. La víctima acuática en lugar del síndrome del rescatador». («Drowning for Love. The Aquatic Victim Instead of Rescuer Syndrome.»).
El pasado mes un hombre y su sobrino se ahogaron en la costa de la Bahía Hawkes, mientras trataban de salvar a una joven que llegó por si misma a la orilla. Lo que se suponía iba a ser un fin de semana de celebración familiar se convirtió en una doble tragedia.
Y esto continuará ocurriendo mientras no aprendamos métodos más seguros para rescatar personas en situación de ahogamiento.
Mientras muchos intentos de rescate sigan siendo instintivos, el riesgo de ser uno más en la lista de los fallecidos por ahogamiento es enorme para todos aquellos que no tienen entrenamiento en Socorrismo y rescate acuático.
Un grupo de expertos en prevención de ahogamientos de Watersafe Auckland con dilatada experiencia en Socorrismo han preparado una guía sencilla para minimizar este riesgo.
Usando las cuatro «R»
– Reconocer: Un rescatador circunstancial ha de evaluar el estado de la víctima, la urgencia y los peligros de un intento de rescate y, los más importante, buscar un elemento de flotación.
– Responder: La prioridad es detener el proceso de ahogamiento proporcionando flotación a la víctima mientras se evalúan los peligros y la urgencia del rescate. Esto es especialmente importante si la víctima no puede ser extraída del agua inmediatamente. Es en este momento cuando el rescatador tiene que buscar o pedir ayuda.
– Rescatar: Un rescate con apoyo en tierra o en el agua minimiza el riesgo para el rescatador, pero si es necesario un rescate con apoyo en el agua, el mejor método es no contactar con la víctima utilizando un elemento flotante.
– Revivir: Esta fase cubre la posible necesidad de RCP y cualquier otra asistencia médica que sea necesaria.
Los neozelandeses se esfuerzan por comprender las áreas de Reconocer y Responder.
Una encuesta nacional sobre seguridad acuática entre los jóvenes de Nueva Zelanda encontró que el 35% consideran que no tienen ninguna habilidad para rescatar en el agua y que el 59% expresaron dudas sobre su capacidad para llevar a cabo un rescate en aguas profundas.
Un estudio recientemente publicado con 415 personas del último Pasifika* Festival de Auckland del pasado Marzo, sugiere muchas carencias sobre el conocimiento de la seguridad acuática. El estudio sugiere que muy pocas personas serían capaces de abordar las demandas de mantener y transportar una víctima agitada hasta un lugar seguro sin ponerse a sí mismos en peligro.
Los hombres tienen un mayor riesgo de ahogamiento debido a que su confianza en sus habilidades para hacer un rescate o sobreponerse a un problema en el agua sin ayuda es mayor que las habilidades que realmente tienen. Es significativo que muchos más hombres que mujeres (un 55% frente a un 40%) respondieran que intentarían un rescate en el agua. Globalmente, casi la mitad (47%) respondieron que entrarían en el agua para rescatar a una víctima.
La mujeres están más predispuestas que los hombres a buscar ayuda de los Socorristas (65% mujeres frente a 54% hombres) o llamar a los servicios de emergencia (47% mujeres; 44% hombres).
Sin embargo, la opción menos elegida (30%) proporcionar a la víctima un elemento de flotación, sería probablemente la respuesta más efectiva en la mayoría de las situaciones de rescate en aguas abierta.
Por otro lado, más de la tercera parte (37%) de aquellos que no son capaces de nadar100 metros sin detenerse,( y que son casi dos tercios de los que estarían dispuestos) indicaron que realizarían un rescate. Esto sugiere que estas personas con menores habilidades acuáticas estarán en un enorme riesgo de ahogarse al intentar un rescate, por no ser capaces de reconocer sus limitaciones.
Estos hallazgos proporcionan evidencias que ponen en cuestión la capacidad que tienen las personas que presencian una emergencia en el agua de responder como rescatadores. A pesar del deseo de responder realizando un rescate, muchas personas pueden carecer de la competencia física y del conocimiento necesarios que requiere una emergencia de ahogamiento.
Si bien es muy difícil de imaginar no seguir nuestros instintos más profundos y tratar de rescatar a alguien en peligro, especialmente un miembro de nuestra familia, los rescatadores espontáneos deben recordad las cuatro «R»: Reconocer, Responder, Rescatar y Revivir, si quieren intentar un rescate con seguridad.
El Dr. Kevin Moran es profesor titular en educación física y de la salud en la Universidad de Auckland. Ha sido Socorrista durante casi 50 años y todavía ejerce en la Playa Muriwai, cerca de Auckland.
* «Pasifika» y «pueblos Pasifika» son términos utilizados por el Ministerio de Educación para «describir a las personas que viven en Nueva Zelanda que han emigrado de las islas del Pacífico o que se identifican con las Islas del Pacífico, debido a la ascendencia o el patrimonio.
Four words to avoid water tragedy
A large number of people drown in our waters every year, and tragically, some drown while trying to rescue others.
Fewer people would be lost if they understood the Four Rs of bystander rescue – Recognise, Respond, Rescue and Revive.
Between 1980 and last year, 81 people drowned in New Zealand while trying to rescue others. Of these, most (80 per cent) were male, and Maori (33 per cent) and Pasifika (12 per cent) people were over-represented. All rescue fatalities occurred in open waters, with beaches (54 per cent) and rivers (22 per cent) being the most frequent sites of drowning.
In Australia, Richard Franklin and John Pearn have analysed the loss of life while trying to rescue children in their study, «Drowning for Love. The Aquatic Victim Instead of Rescuer Syndrome.»
Last month a man and his nephew drowned off the Hawkes Bay coast while trying to save a young girl who made her own way to shore. What was supposed to be a weekend of family celebrations became a double tragedy.
This will keep happening until we learn safer methods of rescuing people in distress.
While many rescue attempts appear instinctive, the risk of adding to the drowning fatality list is great for those not trained in lifesaving techniques.
A group of drowning prevention experts with extensive lifeguard experience from Watersafe Auckland have devised simple guidelines to minimise that risk.
Using the Four Rs:
• Recognise – a would-be rescuer would assess victim distress, the urgency and the dangers in a rescue attempt and, importantly, look for a flotation device.
• Respond – the first priority is to stop the drowning process by providing flotation to the victim while still assessing the dangers of a rescue and the urgency. This is especially true if the victim cannot be immediately removed from the water. It is at this stage that the bystander should send for help.
• Rescue – a land- or craft-based rescue minimises risk for the rescuer but, if a water-based rescue is necessary, a non-contact rescue using flotation is the safest method.
• Revive – this phase covers the possible need for CPR and other medical assistance as required.
New Zealanders struggle to understand the areas of Recognise and Respond.
A nationwide water safety survey of New Zealand youth found 35 per cent considered they had no rescue ability, and 59 per cent expressed doubts about their ability to perform a deep-water rescue.
A recently published Auckland study of 415 people at last March’s Pasifika Festival suggests many lack an understanding in water safety.
The results suggest few respondents would meet the demands of supporting and transporting a struggling victim to safety in the water without putting themselves at risk of drowning.
Men may be at greater risk of drowning because of their confidence (rather than competence) in being able to perform a rescue or get themselves out of trouble without assistance. Significantly more men than women (males 55 per cent, females 40 per cent) indicated they would jump in to save the victim. Overall, almost half (47 per cent) of respondents said they would dive in and rescue the victim.
Women were more likely than males to seek help from lifeguards (females 65 per cent, males 54 per cent) or call emergency services (females 47 per cent, males 44 per cent).
The least frequently chosen response, getting flotation to the victim, (30 per cent) would most likely be, in many open water rescue situations, the most effective immediate response.
More than one third (37 per cent) of those who could not swim 100m – almost two thirds of the would-be rescuers – said they would dive to rescue someone.
This suggests that the least capable would-be rescuers may be at greater risk of drowning by failing to recognise their limitations. The findings provide evidence of questionable readiness to respond in a rescue role as a bystander confronted with a drowning emergency. Despite a desire to respond in a rescuer role, many people may lack the physical competency and knowledge to safely attempt a rescue.
While it is hard to imagine not following your gut instincts and trying to rescue someone in need, especially a family member, would-be rescuers need to remember the four Rs of Recognise, Respond, Rescue and Revive if they are going to attempt a rescue safely.
• Dr Kevin Moran is a principal lecturer in health and physical education in the school of curriculum and pedagogy at the Auckland University faculty of education. He has been a surf lifeguard for almost 50 years and still patrols Muriwai Beach near Auckland.
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